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Evangelio Dominical - 22 de Agosto

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,60-69):

 

60En aquel tiempo, muchos de los discípulos de Jesús dijeron <<Este modo de hablar es duro, ¿Quién puede hacerle caso?>>.

 

61Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban les dijo: <<¿Esto los escandaliza?, 62¿y si vieran al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? 63El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida. 64Y, con todo, hay algunos de entre ustedes que no creen>>

 

Pues Jesús sabia desde el principio quienes no creían y quien lo iba a entregar.

 

65Y dijo:

 

<<Por eso les he dicho que nadie puede venir a mi si el Padre no se lo concede>>.

 

66Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.

 

67Entonces Jesús les dijo a los Doce:

 

<<También ustedes quieren marcharse?>>.

 

68Simón Pedro le contestó:

 

<<Señor, ¿a quien vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; 69nosotros creemos y sabemos que tu eres el Santo de Dios>>.

 

Palabra del Señor.

 

 

Reflexión:

El evangelio de Juan ha conservado el recuerdo de una fuerte crisis entre los seguidores de Jesús. No tenemos apenas datos. Solo se nos dice que a los discípulos les resulta duro su modo de hablar. Probablemente les parece excesiva la adhesión que reclama de ellos. En un determinado momento, "muchos discípulos se retiraron y ya no iban con él”.

 

Por primera vez experimenta Jesús que sus palabras no tienen la fuerza deseada. Sin embargo, no las retira sino que se reafirma más: "Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida, pero algunos de ustedes no creen". Sus palabras parecen duras, pero transmiten vida, hacen vivir, pues contienen Espíritu de Dios.

 

Jesús no pierde la paz. No le inquieta el fracaso. Dirigiéndose a los Doce les hace la pregunta decisiva: "¿También ustedes se quieren  marchar?". No los quiere retener por la fuerza. Les deja la libertad de decidir. Sus discípulos no han de ser siervos sino amigos. Si quieren puede volver a sus casas.

 

Una vez más Pedro responde en nombre de todos. Su respuesta es ejemplar. Sincera, humilde, sensata, propia de un discípulo que conoce a Jesús lo suficiente como para no abandonarlo. Su actitud puede todavía hoy ayudar a quienes con fe vacilante se plantean prescindir de toda fe.

 

"Señor, ¿a quién iríamos?". No tiene sentido abandonar a Jesús de cualquier manera, sin haber encontrado un maestro mejor y más convincente: Si no siguen a Jesús se quedarán sin saber a quién seguir. No se han de precipitar. No es bueno quedarse sin luz ni guía en la vida.

 

Pedro es realista. ¿Es bueno abandonar a Jesús sin haber encontrado una esperanza más convincente y atractiva? ¿Basta sustituirlo por un estilo de vida rebajada, sin apenas metas ni horizonte? ¿Es mejor vivir sin preguntas, planteamientos ni búsqueda de ninguna clase?

 

Hay algo que Pedro no olvida: "Tus palabras dan vida eterna". Siente que las palabras de Jesús no son palabras vacías ni engañosas. Junto a él han descubierto la vida de otra manera. Su mensaje les ha abierto a la vida eterna. ¿Dónde podrían encontrar una noticia mejor de Dios?

 

Pedro recuerda, por último, la experiencia fundamental. Al convivir con Jesús han descubierto que viene del misterio de Dios. Desde lejos, a distancia, desde la indiferencia o el desinterés no se puede reconocer el misterio que se encierra en Jesús. Los Doce lo han tratado de cerca. Por eso pueden decir: "Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios". Seguirán junto a Jesús.