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Evangelio Dominical - 17 de Octubre

Lectura del santo Evangelio según san Marcos (Mc. 10, 35 - 45).

 

 

En aquel tiempo, 35se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:

 

<<Maestro, queremos que nos hagas lo que te vamos a pedir>>.

 

36Les preguntó:

 

<<¿Qué quieren que haga por ustedes?>>.

 

37Contestaron:

 

<<Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda>>.

 

38Jesús replicó: <<No saben lo que piden, ¿pueden beber el cáliz que yo he de beber, o bautizarse con el bautismo con que yo me voy a bautizar?>>.

 

39Contestaron:

 

<<Podemos>>.

 

Jesús les dijo:

 

<<El cáliz que yo voy a beber lo beberán, y serán bautizados con el bautismo con que yo me voy a bautizar, 40pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado.

 

41Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. 42Jesús, llamándolos, les dijo:

 

<<Saben que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. 43No será así entre ustedes: el que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor: 44y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. 45Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos>>.

 

Palabra del Señor.

 

 

Reflexión:

 

 

Mientras suben a Jerusalén, Jesús va anunciando a sus discípulos el destino doloroso que le espera en la capital. Los discípulos no le entienden. Andan disputando entre ellos por los primeros puestos. Santiago y Juan, discípulos de primera hora, se acercan a él para pedirle directamente sentarse un día "el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda".

 

A Jesús se le ve desalentado: "No saben lo que piden". Nadie en el grupo parece entender que seguirlo de cerca colaborando en su proyecto, siempre será un camino no de poder y grandezas, sino de sacrificio y cruz.

 

Mientras tanto, al enterarse del atrevimiento de Santiago y Juan, los otros diez se indignan. El grupo está más agitado que nunca. La ambición los está dividiendo. Jesús los reúne a todos para dejar claro su pensamiento.

 

Antes que nada, les expone lo que sucede en los pueblos del Imperio romano. Todos conocen los abusos de Antipas y las familias herodianas en Galilea. Jesús lo resume así: Los que son reconocidos como jefes utilizan su poder para "tiranizar" a los pueblos, y los grandes no hacen sino "oprimir" a sus súbditos. Jesús no puede ser más tajante: "ustedes, nada de eso".

 

No quiere ver entre los suyos a nada parecido: "El que quiera ser grande entre ustedes que sea su servidor, y el que quiera ser primero entre ustedes que sea esclavo de todos". En su comunidad no habrá lugar para el poder que oprime, solo para el servicio que ayuda. Jesús no quiere jefes sentados a su derecha e izquierda, sino servidores como él, que dan su vida por los demás.

 

Jesús deja las cosas claras. Su Iglesia no se construye desde la imposición de los de arriba, sino desde el servicio de los que se colocan abajo. No cabe en ella jerarquía alguna en clave de honor o dominación. Tampoco métodos y estrategias de poder. Es el servicio el que construye la Iglesia de Jesús.

 

Jesús da tanta importancia a lo que está diciendo que se pone a sí mismo como ejemplo, pues no ha venido al mundo para exigir que le sirvan, sino "para servir y dar su vida en rescate por todos". Jesús no enseña a nadie a triunfar en la Iglesia, sino a servir al proyecto del reino de Dios desviviéndonos por los más débiles y necesitados.

 

La enseñanza de Jesús no es solo para los dirigentes. Desde tareas y responsabilidades diferentes, hemos de comprometernos todos a vivir con más entrega al servicio de su proyecto. No necesitamos en la Iglesia a los imitadores de Santiago y Juan, sino seguidores fieles de Jesús. Los que quieran ser importantes, que se pongan a trabajar y colaborar.